Corría el año 2015 cuando Kevin Parker, responsable absoluto de los designios de Tame Impala, se entregó sin concesiones al siempre tentador destello de la pista de baile en un álbum que cambiaría el devenir de su sonido de manera irreversible. Currents (Interscope Records, 2015) recogía el testigo de sus tradicionales brochazos de psicodelia rock para añadir a la fórmula una justa proporción de ácido en forma de beats ensoñadores, logrando de paso abrazar a un público si cabe aun mayor al hasta entonces atesorado. Se trató de un punto de inflexión que resonó natural y que derivó en algunas de sus mejores canciones hasta esa fecha, más allá de la incendiaria “Let It Happen”. De ahí a tocar el cielo con los dedos, con Grammy incluido este mismo año, asociaciones en la cima con celebridades del perfil de Dua Lipa y estatus de cabeza de cartel en festivales de todo el mundo. A pesar de ello, Parker siempre se ha sentido un “bala perdida” y de ahí el título de este nuevo trabajo. Contradicciones alrededor de una figura sin la que sería imposible entender la música pop del siglo XXI en su completa dimensión.
The Slow Rush (Fiction Records, 2020) cumplió como sucesor natural pese a no resultar tan inspirado. Su lanzamiento apenas un mes antes del lockdown, tampoco ayudó demasiado. Acomodado en ese espacio de cinco años entre lanzamiento y lanzamiento, el universo creativo de Parker se reactivó con la publicación de la ya conocida “End Of Summer”(no en vano, llevaba ya tiempo incluyéndola en sus sets en vivo). Un guiño colosal al house en una pequeña rave de algo más de siete minutos con la que poner el broche perfecto al eterno verano del amor en el que parece instalado su sonido desde hace una década. “Loser” y “Dracula” acabaron por acrecentar el hype alrededor de este esperadísimo Deadbeat (Columbia Records, 2025), cuya portada se muestra más cálida y cercana que nunca con esa bonita estampa del músico y compositor australiano junto a su hija Peach. Son dos singles de duración más estándar que revolotean sobre bases de guitarras sintetizadas a la manera de unos Arctic Monkeys deslumbrados por las luces de neón. Parecen temas de segunda línea en la lujosa cosecha que caracteriza a su obra, pero acaban por hacerse fuertes logrando que el disco sea algo más que un hit a guardar en el archivo histórico del ejercicio correspondiente.
Con el nuevo material en su totalidad ya en nuestras manos, entramos en calor con un arranque que responde a las expectativas generadas con dos dianas marca de la casa en clave de pop electrónico accesible y melódicamente impecable: “My Old Days” y “No Reply” convencen con pulso decidido y coquetean entre lujosas referencias no tan alejadas de New Order o unos Pet Shop Boys de after, recurriendo a sustanciosas percusiones tribales sobre un colchón de programaciones adictivas. Los detalles de producción se suceden casi inabarcables mientras reflexiona sobre su percepción de sí mismo, desnudándose emocionalmente y sin tapujos: «You’re a cinephile. I watch Family Guy. On a Friday night. Off a rogue webiste», confiesa en “No Reply”. También hay espacio para el escapismo con reminiscencias a los añorados Delorean o a Caroline Polachek, en “Oblivion”, para la métrica hipnótica a lo Caribou de “Not My World” o para la electrónica menos complaciente aunque de mayor recorrido, al estilo Four Tet o Darkstar, en la alucinógena “Ethereal Connection”. Apuntes que subrayan la versatilidad de un Parker que lleva desde su adolescencia consumiendo música dance, siendo solo cuestión de tiempo que esta tornara en protagonista dentro de su obra.
Los volantazos incontenibles se suceden en un nuevo y acelerado paseo por un parque de atracciones musical que ignora el miedo a resultar excesivo por momentos. Un disco donde todo sucede de manera vertiginosa, sin plan aparente, haciendo del caos, virtud. Así, después del éxtasis, “Piece Of Heaven” supone un frenazo en seco y apuesta por la épica contenida y algo almibarada que mira con descaro a esos ochenta de tintes horteras, conformando junto con “Obsolete”, tan radiable como seguramente olvidable, y con una “‘See You On Monday (I’m Lost)” de aire cinematográfico, un tramo menos trascendente del álbum. Es por ello que el fogonazo colorista de “Afterthought”, de bajo elástico e irresistible pegada, deviene en un puente ideal hacia la explosión definitiva de “End Of Summer”, pieza vertebral de este nuevo mosaico de ideas mutantes e hiperbólicas localizado en algún punto de esa especie de metapop en el que Kevin Parker se lo sigue pasando en grande manejando el cubo de Rubik de Tame Impala a su antojo. Se mueve como pez en el agua aunando ambición a la hora de moldear y retorcer su sonido, dosis calculadas de riesgo que descolocan lo justo y ausencia total de reglas preestablecidas.
Escucha Tame Impala – Deadbeat
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