Rara Avis es una sección quincenal en la que nos adentraremos en algunos lanzamientos que, quizá, hayan surgido en los márgenes de lo habitual. No, no vamos a sentar cátedra con ese “disco que no conoces”, porque el objetivo no es caer en lo fácil y arriesgado menospreciando la cultura musical de cada uno dando por hecho que no conoces lo que vas a leer. En estas líneas que publicaremos, queremos ampliar estilos, conocimientos y, por qué no, ablandar el oído para sonidos algo subterráneos, investigar las posibilidades sonoras a través de discos o tocar lo que ahora llaman “distintas geografías”. Esperamos que esta sección te descubra algo nuevo, o desempolve ese sonido que disfrutaste, o, simplemente, alerte tu curiosidad ante los preciados desvaríos y preciosos experimentos que pululan por ahí. Porque, en el fondo, todos somos esa rara avis.
Rara Avis/ All The Young Droids: Junkshop Synth Pop 1978-1985
Lujo y miseria del synth de los jóvenes androides: El synth pop de saldo golpea de nuevo
El punk zarandeaba conciencias en los setenta. Se tenía que romper con el pasado porque el no future era la bandera que ondeaba la juventud sumida en la inercia existencial. La culpa siempre será de los padres, y en materia cultural, los iconos de éstos debían ser defenestrados. Ya está bien de riffs manidos y de baladas azucaradas, decían esos jóvenes que lucían crestas e iban en ceremonía a recibir los escupitajos de Johnny Rotten y su angst existencial, o a bailar las soflamas de los The Clash por poner un par de ejemplos paradigmáticos de la cara y la cruz de una misma moneda.
Pero el punk no solo eran guitarras que emitían destartalados y furiosos mantras que incitaban a las masas con discursos nihilistas y performances que buscaban el choque visual y auditivo con el espectador, también el punk venía representado por toda una importante cantidad de artistas que, atrincherados en maquinaria analógica (sintetizadores, cajas de ritmos y secuenciadores) y estética dadaísta saturada en colores pixelados, gabardinas negras y deseos mecanicistas, albergaba la ilusión de conquistar las listas de éxitos. No tenían a un avispado manager tipo Malcolm McLaren, pero sí muchas ganas de experimentar con cacharrería barata y hacer uso de insospechadas vías de distribución.
Dice el crítico musical Nick Kent (que estuvo tocando en unos primigenios Sex Pistols) que el auge del synth pop permitió que tipos con corte de pelo extraño empezasen a manipular teclados y osciladores desde sus casas, llevando a rajatabla la sempiterna consigna del cambio, aquel ethos del DIY que hizo que acabaran los setenta no con un grito espeluznante, sino con un quejido barato, sintetizado y descacharrado.
Reivindicar toda aquella época que fue un crisol de pop tocado con teclados de toda índole (Korgs, Casios, Moog…) es lo que acredita este estupendo recopilatorio realizado con el esfuerzo insaciable del buen digger por Philip King en este All The Young Droids: Junkshop Synth Pop 1978-1985 editado gracias al esfuerzo de School Daze Recordings y Night School Records, y aparecido justo hace escasos días.
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En este doble disco se recopilan 24 gemas no muy conocidas de grupos y artistas que, además, en algún caso tienen historias personales de lo más curiosas, algo que uno puede saber gracias al completo libreto interior. Esto es un festín de ritmos analógicos a todo trapo. Ahí está el grupo Vision – con el centro de operaciones en Sheffield aunque con integrantes holandeses – y su tecnopop muy inspirado en las producciones de los primeros Depeche Mode; el power pop de lentejuelas de Harry Kakoulli (antes de ser miembro de Squeeze y poner voces en alguno de los temas de Johnny Thunders); el acercamiento de Rich Wilde a los sonidos de Gary Numan; el proyecto de Pete Davies que bajo el paraguas de The Goo-Q se arrimaba a los ritmos sintetizados derivativos de unos Devo pasados por el minipimer de Giorgio Moroder, o el feminismo combativo de Peta Lily & Michael Process con esa ambientación lóbrega y unas cajas de ritmos vitaminadas.