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    Nicole Alzate en La poesía te quiere vivo – Circulo de Poesía

    Nicol Alzate (2000) es Comunicadora Social. Le gustan los chocorramos, el migao, Disney, la comunicación estratégica y las relaciones públicas.​​ “No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla” J. J Arreola.

     

     

     

     

     

     

     

    A veces sueño que nunca caí, solo seguí girando


    Ser el primer satélite.
    ​​ No el centro. No la Tierra.

    ​​ Sino la cosa que gira, siempre gira,

    ​​ y nunca llega. Sputnik-1,

    ​​ el pequeño testigo que no pide regreso,

    ​​ solo órbita. Solo escucha.

    No brillaba. No hablaba.
    ​​ Emitía un​​ 
    bip​​ que se repetía
    ​​ como una disculpa

    ​​ mal aprendida.

    ​​ Yo también pasé años diciendo​​ 
    estoy bien
    ​​ sin saber qué significaba.

    El caballo en la mesa me preguntó:
    ​​ 
    ¿A quién seguiste todo este tiempo?
    ​​ y no supe responder sin nombrar a mi madre,
    ​​ a la puerta que nunca se abría,

    ​​ a la grieta que resané varias veces.

    Satelles,
    ​​ El que acompaña
    ​​ El que se basta a sí mismo,
    ​​ pero hace que el otro se vea más grande.

    Así fue
    ​​ una señal débil rodeando lo esencial,
    ​​ una wafflera en corto circuito,​​ 

    las arepas de choclo que se mantienen apiladas

    ​​ Pensé
    ​​ ojalá hubiera amado algo
    ​​ que supiera quedarse

    ojalá hubiera dicho mi nombre
    sin cerrarme la puerta.

    Ojalá hubiera amado a alguien
    ​​ como a Ana en ese auto,
    ​​ cuando no dijimos nada
    ​​ porque decir algo
    ​​ habría sido admitir que sí importábamos

    Porque flotar sin peso no es libertad,
    es ser condenado a seguir dando vueltas
    alrededor de lo que ya se fue.

    ​​ Porque hay un lugar entre la atmósfera

    ​​ donde el tiempo se dobla
    ​​ y oigo la voz de mi madre decir:

    ​​ 
    BoJack, di todo por esta familia.​​ 

    BoJack, No olvides empacar los cubiertos

    ​​ y la de mi padre gritar:
    ​​ 
    BoJack, sé un hombre
    ​​ como si el hombre no fuera otra especie
    ​​ en peligro de sí mismo

     

     

     

     

     

     

     

    BoJack, pequeño Bojack

     

    En la serie hay un caballo que habla,

    bebe más de lo que duerme,

    y cuando ríe, se le cae el mundo por la boca.

    Los críticos dicen que es una sátira.

    Pero dime tú si no es una elegía:

    un animal con voz de humano

    Cuyo epitafio ya estaba escrito:

    naciste roto, ese es tu derecho de nacimiento.

    BoJack es un hombre que se disfraza de animal

    para ver si así, por fin,

    alguien lo perdona.

     

     

     

     

     

     

     

    Diane, o la imposibilidad del centro

     

    La nostalgia no tiene hogar,

    pero Diane la deja dormir en el estudio

    entre libros y manchas de milo sobre el comedor.

     

    La vemos siempre al borde,

    como si el lenguaje fuera un precipicio,

    el frotar de las patas de una mosca

    —una oración en medio de sus votos de silencio​​ 

     

    A veces piensa que el lenguaje

    es una forma elegante de perderse,

    de arrastrar sus pensamientos,

    porque todas las ciudades suenan igual

    cuando se habla a sí misma en voz baja

     

    Entonces escribe.

    Como si juntar palabras,​​ 

    tacharlas y reescribirlas​​ 

    fuera el único modo de no romperse

    más de lo necesario

    Como si el poema,

    pudiera salvarla de su propio centro.

     

     

     

     

     

     

     

    Marcas de nacimiento

     

    Dicen que nació con una mancha en la espalda,

    era forma de circuito abierto,

    un fantasma que dibujaron sobre el lado izquierdo de la cama

    Cuando creció, alguien dijo que era código:

    una premonición escrita en su dermis,

    una firma del ADN que indicaba que:

    las grandes proezas de amor empezaron con actos pequeños.

     

     

     

    II

     

    La ciencia, mi niña, es también un tipo de memoria,

    secretos murmurados entre genes.

     

     

     

    III

     

    En Silicon Valley los sueños se construyen

    con vidrio templado y café frío.

    Pero tú —entre algoritmos y mapas de calor—

    armabas casas en miniatura con palillos y cinta,

    Preparabas arroz con coco.

     

     

     

    IV

     

    Afuera, la gente ejecutaba experimentos con ojos agotados.

    Medían el fracaso en gigabytes,

    y llamaban “progreso” al cansancio.

     

     

     

    V

     

    Te hablaban en binario: 1 es sí, 0 es no.

    Ahí entendías lo que aún no podemos programar:

    que la ciencia no empezó en los laboratorios

    sino en las manos que tanteaban el calor del agua,

    en tu abuela que probaba mil veces la sal,

    en el pulso de la vecina que medía el mundo

    por la risa del niño y no por la precisión de los relojes

     

     

     

    VI

     

    Por eso te digo, mi niña de la mancha en la espalda,

    que la ciencia —como el arroz con coco—

    Es tan exacta como aquella figura que se asoma tras de ti,

    y tan incierta, como aquello que sostenía nuestra casa.

     

     

     

     

     

     

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