Hay bandas que se vuelven parte de la memoria colectiva, y hay otras que directamente se convierten en el soundtrack de toda una generación. Molotov es ambas. Desde aquel lejano 1995, cuando cuatro músicos con hambre de incendiarlo todo decidieron formar una agrupación irreverente, incómoda y brutalmente honesta, su historia ha sido una mezcla de fiesta, protesta y desmadre con causa. Hoy, con treinta años de carrera, la banda sigue rugiendo más fuerte que nunca y lo celebrará a lo grande con dos fechas en el Palacio de los Deportes, siendo la segunda el 31 de enero de 2026, una cita que promete quedar inscrita en la historia del rock mexicano.
La gira TXXXR 30 Aniversario ya demostró que la energía de Molotov no conoce fronteras. Las ciudades europeas han caído rendidas ante ellos: Alemania, Francia, Bélgica y España se entregaron con boletos agotados en cada presentación. Y no es casualidad. Pocas bandas en el rock en español han sabido mantener su esencia mientras cruzan fronteras culturales, arrastrando a un público que no necesariamente entiende cada palabra, pero que vibra con la fuerza de canciones que se convirtieron en auténticos himnos.
En México, la celebración es todavía más intensa. Aquí fue donde Molotov se volvió un fenómeno imposible de ignorar. La censura temprana, los vetos en radio, los escándalos mediáticos y la polémica en torno a sus letras no hicieron más que agrandar su leyenda. En vez de callarlos, esos obstáculos los convirtieron en símbolo de resistencia: un grupo que no negoció su esencia por complacer a nadie. Y hoy, tres décadas después, siguen llenando recintos como el Palacio, porque su discurso sigue teniendo filo.
Hablar de Molotov es hablar de clásicos atemporales: Gimme tha Power, Puto, Frijolero, Marciano, Amateur, entre muchos otros. Rolas que pasaron de ser simples canciones a convertirse en consignas de una generación que no quería bajar la cabeza. Incluso hoy, en medio de un mundo distinto, esas letras siguen funcionando como catarsis colectiva, un recordatorio de que el rock puede ser tanto un puño en alto como una carcajada burlona.

Dentro de este capítulo del 30 aniversario destaca la presencia de Jay de la Cueva, un músico que ha sabido reinventarse en cada proyecto y que ahora aporta frescura, virtuosismo y un carisma que encaja de manera natural con la molocha. Su incorporación no solo añade potencia al show, sino que demuestra que Molotov no es una banda estática, sino un organismo vivo que se adapta sin perder su esencia. Junto con Micky Huidobro, Paco Ayala y Randy Ebright, el grupo mantiene ese equilibrio entre caos y precisión que hace de cada concierto una experiencia irrepetible.
Otro dato que refuerza su legado es su papel en el Vive Latino, donde se han presentado nueve veces, marcando momentos históricos para el festival. Incluso, en la edición española de este año, Molotov se convirtió en una de las bandas más queridas por el público europeo. Su lugar en la historia del rock en español no solo está asegurado: se sigue escribiendo cada vez que pisan un escenario.
El 31 de enero de 2026 no será una noche cualquiera. Será un repaso por treinta años de lucha, música y fiesta; un recorrido por esas canciones que nunca se fueron y que siguen apareciendo en playlists de nuevas generaciones que descubren en Molotov la misma rabia y energía que encendió a sus padres o hermanos mayores. Será también un acto de comunión entre la banda y su público, ese que nunca les soltó la mano y que ahora celebrará junto a ellos con cerveza en alto y garganta al límite.
Treinta años no se cumplen todos los días. Y Molotov no está dispuesto a dejar que pasen desapercibidos. Por eso suman esta nueva fecha en el Palacio de los Deportes, porque saben que un solo concierto no basta para contener la historia, la irreverencia y la euforia que han acumulado durante tres décadas.

Así que corre por tus boletos. No será solo un concierto, será una crónica viva del rock mexicano: irreverente, poderoso y eterno. El Palacio se prepara para arder, y la molocha está lista para darnos otra noche que quedará tatuada en la memoria.
Porque al final, como ellos mismos lo han cantado durante tres décadas, seguimos gritando “¡Voto latino, de entre las masas yo me levanto!”. Seguimos con la frente en alto repitiendo “dame, dame, dame todo el power” y recordando que el desmadre nunca se negocia.
Treinta años después, Molotov no cambia, no se rinde, no se calla. Y en el Palacio de los Deportes volveremos a vivir esa catarsis colectiva que solo la molocha puede provocar. Como lo dice su propia historia: “no me llames frijolero, pinche gringo puñetero”, porque aquí el rock se hace con huevos, con barrio y con una sonrisa que incomoda a más de uno.
El 31 de enero de 2026 será otra fecha para gritar juntos que, mientras Molotov exista, “si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger”.
Y ahí estaremos, con cerveza en mano, garganta al límite y el desmadre asegurado.