Hay discos que escuchas y hay discos que habitas. «El Circo» de la Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio es de los segundos. No es un álbum, es un barrio, una vecindad a la que siempre puedes volver. Y es que, seamos honestos, para los que crecimos con ellos, siempre es un puto placer estar en la Vecindad.
Llegar y encontrarte con Toño, el Solín, Don Palabras, ver pasar a la Morenaza y sin pedos saludar al Teporocho son cosas que te hacen regresar al Quinto Patio. Es un lugar donde el tiempo se deforma y las reglas no aplican.
La Carpa que se Levantó a Contracorriente
Vámonos a 1991. El rock en México todavía andaba buscando su propio reflejo en el espejo, a menudo encontrando el de bandas gringas o inglesas. Y en eso, unos locos de la capital decidieron que ya era hora de hacer un desmadre con identidad. La disquera, obvio, se sacó de onda. Pensaban que con este disco tan experimental, tan de la calle, les iban a dar cuello.
Pero entonces apareció el gurú, el productor con visión de rayos X: Gustavo Santaolalla. Junto a su carnal Aníbal Kerpel, no solo entendió el caos de la Maldita, sino que le subió el volumen. Vio en esa mezcla de ska crudo, rock rabioso, danzón cachondo y bolero de cantina el sonido que le hacía falta a este país para creerse que su propio ruido también era rock and roll.
Los Habitantes del Circo: Crónicas de la Selva de Asfalto
Lo que hizo a «El Circo» una puta obra maestra fueron sus historias, los personajes que se quedaron a vivir en nuestra cabeza para siempre:
- «Pachuco»: El himno de batalla contra todos los jefes del mundo. El pleito generacional hecho canción, con el fantasma del gran Tin Tán dándonos la bendición para ser unos rebeldes con causa.
- «Kumbala»: El soundtrack oficial del congal de los sueños rotos y los amores prohibidos. El saxofón del maestro Sax te arrastra a un salón de baile sudoroso donde todo puede pasar. Es la rola más cachonda que se ha escrito en el rock nacional, y punto.
- «Un Gran Circo»: La crónica de la banqueta, la vida de los niños que hacen malabares en los semáforos, los tragafuegos, los que se la rifan a diario. Es la canción que le da nombre y alma al disco, recordándonos que esta ciudad es una carpa de tres pistas donde la función nunca se detiene.
- «Querida»: El acto de irreverencia máximo. En una época de puristas mamones, se atrevieron a agarrar un himno de Juan Gabriel y meterle todo el poder del ska. Una chingonería que demostró que para la Maldita no había géneros, solo música chida.
El Legado: ¿Por Qué Sigue Siendo Tan Cabrón?
Los gringos de la revista Rolling Stone se tardaron, pero se dieron cuenta y lo pusieron en sus listas de los mejores discos de la historia. Revistas como Spin lo llamaron «el disco que cambió la dirección del rock mexicano». Y no exageraban. «El Circo» le dio permiso a toda una generación de rockeros para ser orgullosamente de aquí, para hablar como hablamos, para contar nuestras propias tragedias y fiestas. «El Circo» fue la llave que abrió la puerta para que después llegaran otros grandes temas que se volverían parte de nuestra vida.
Y es que, al final, ese es el poder de este disco. Pasarán los años y aunque algunos de nuestros carnales se hayan ido de «Mojados» y otros al cielo, siempre, siempre, regresaremos a bailar con el «Pachuco», con el «Rafael» y sin duda con nuestro querido «Tieso y la Negra Soledad».
Con unas chelas encima me aventaré un split con el «Patineto», y si no, en esta pinche depresión me iré de «Pata de Perro» pa’ no regresar… porque al final del día, de eso se trata. De vivirlo todo. Y este disco nos enseñó cómo.
No te pierdas la oportunidad de volver a escuchar «El Circo» y todos sus himnos en vivo este próximo 20 de septiembre en el Velódromo.
