La polémica en torno a la tragedia de Daniel Naroditsky sigue escalando a solo unos días después de su fallecimiento. Hace unas horas publicábamos la noticia de que la FIDE apunta a Kramnik e iniciará acciones con su comité de ética deportiva. Sin embargo, donde muchos esperaban un cierre de heridas, Vladimir Kramnik —ahora en el epicentro del huracán— ha decidido redoblar la apuesta. Sus mensajes recientes en X y declaraciones a medios rusos marcan un giro inesperado: el excampeón mundial no solo niega un papel directo en la desgracia, sino que acusa a la FIDE de emprender una campaña de desprestigio contra él y anuncia acciones legales si no se rectifica públicamente.

Aquí es donde aparece la pregunta incómoda: ¿qué responsabilidad real tiene una figura pública en el desenlace de estas polémicas? Lo cierto es que el clima moral en el ajedrez internacional no da tregua.

Un contraataque inesperado desde la cuenta de X

Durante los últimos días, Kramnik ha utilizado su perfil público para mostrar su versión de los hechos. “Ya he contactado con la policía de Charlotte y he pedido que se investigue la muerte de Daniel de forma transparente”, afirma. Asegura estar recopilando pruebas para defenderse “de cientos de acusaciones criminales” y recalca su disposición a colaborar en cualquier investigación civil o penal. Insiste, además, en que “todo aquel que me acuse falsamente será responsable ante la ley”.

No es raro, en escenarios de crisis, ver cómo las redes sociales se convierten en el verdadero campo de batalla: lo que antes se ventilaba en despachos ahora se debate, y se encona, ante miles de testigos digitales. Kramnik, lejos de replegarse, apuesta por una defensa ofensiva —tanto jurídica como mediática—, y en sus mensajes se aprecia el tono de alguien convencido de estar siendo “perseguido por fuerzas que controlan el ajedrez actual”.

La entrevista en Match TV: el origen de la demanda

En su declaración a los medios rusos, Kramnik reconoció que la muerte de Naroditsky fue “una tragedia y un shock, también para mí”. Afirma que nunca realizó declaraciones injuriosas tras la muerte del estadounidense y reta a la FIDE a citar textualmente sus supuestas afrentas: “Si no pueden aportar pruebas, todo esto será motivo de acciones judiciales”. Más aún, señaló que lleva años alertando sobre la problemática de las trampas online, siempre —según su versión— con argumentos sólidos y disposición a compartir pruebas con quien lo solicite. Sin embargo, denuncia que ni FIDE ni plataformas como chess.com hayan mostrado interés en analizar esas evidencias.

Para ilustrar su preocupación, Kramnik recurre a una analogía inquietante: “Es como si en un edificio hay un incendio declarado, pero los responsables prefieren buscar culpables en vez de apagar el fuego”. No niega la existencia de conflictos recientes y tensiones graves en la escena online, pero rechaza la narrativa de que sus palabras hayan sido la chispa fatal.

¿Persecución o reacción legítima?

Una parte del ajedrez de élite acusa a Kramnik de manera directa: su campaña pública habría hecho insoportable la presión sobre Naroditsky. La federación, por su parte, ha remitido todas las declaraciones públicas de Kramnik, antes y después del fallecimiento de Daniel, a la Comisión de Ética y Disciplina para una “revisión independiente” . Sin embargo, para el ruso, los verdaderos responsables son “quienes manejan los hilos y quieren tapar otros problemas mayores”.

El trasfondo es amargo: en palabras de Kramnik, la FIDE estaría instrumentalizando la tragedia como cortina de humo. Apunta a una supuesta “corrupción estructural y falta de autocrítica” en la gobernanza del ajedrez actual, reforzando así su papel de outsider, casi mártir, frente a los organismos oficiales y buena parte de la comunidad.

Ejemplo cotidiano: la presión en redes

Imagina recibir cada día cientos de mensajes directos acusándote y observando cómo tus declaraciones se interpretan siempre en la peor luz posible. Algo así —refiere el propio Kramnik— es lo que ha vivido en las últimas semanas. Esa sobreexposición mediática, aunque habitual en figuras del deporte de élite, adquiere tintes de linchamiento digital cuando se amplifica por actores influyentes y organismos oficiales.

Por otro lado, la FIDE y buena parte de la comunidad exigen, no sin razón, responsabilizar a quienes alzan el dedo acusador sin pruebas sólidas, argumentando que el daño emocional causado puede ser tan real como el físico.

A la espera de la verdad y la justicia

A día de hoy, la causa concreta del fallecimiento de Naroditsky sigue sin esclarecerse, más allá del consenso sobre la enorme presión sufrida. La investigación policial continúa, pero la guerra de relatos ya ha dejado heridas difíciles de cerrar. El caso invita a examinar hasta qué punto el debate público y los juicios mediáticos pueden destruir trayectorias brillantes —y, en el peor de los escenarios, vidas—.

En ese contexto, el movimiento de Kramnik —pasar de acusado a acusador, de sospechoso a demandante— reabre la pregunta central: ¿sabremos algún día cuánta responsabilidad corresponde a cada parte, o la búsqueda de justicia quedará, una vez más, sepultada por el ruido?