Pablo Andrés Rial (1984) es un poeta, escritor y dramaturgo argentino. Su vida transcurre en la ciudad de Longchamps, Provincia de Buenos Aires, Argentina.​​ Ha​​ publicado tres poemarios:​​ La casa de barro​​ (Arroyo Ediciones, Santa Fé. Argentina),​​ Aves desplumadas​​ (Ópera Editorial, Brasil) y​​ Forzado a Viajar​​ (Paserios Ediciones, México). Actualmente se desempeña como colaborador en revistas culturales de México, España y Argentina haciendo reseñas de libros y entrevistas.

 

 

 

 

 

 

I

 

Estás muerta

mirando a la ventana

yo estoy sentado

detrás tuyo.

Afuera

se puede ver el mismo árbol de siempre

-un sauce-

un amigo se enamora de vos.

Tu silla ahora está vacía

pero vos seguís ahí muerta

mirando a la ventana

donde ahora solo hay

un patio de cemento.

 

 

 

 

II

 

Detesto mi cuerpo

pero amo mi sombra.

Nunca envejece

nunca enferma

nunca duele.

 

 

 

 

III

 

Las plazas

me hacen recordar

al manicomio.

Las personas van 

de un lado a otro

sin ningún tipo de apuro

algunos como yo

se sientan en un banco

somos todos amigos

sin siquiera vernos

sin siquiera conocernos

sin perder ese individualismo

que nos hace caminar

desde temprano.

Porque nosotros

podemos superar al olvido

vivir

sin ser nadie para los otros

es lo que nos hace

especiales.

 

 

 

 

IV

 

Ando angustiado Augusto

por esas cosas ¿sabes?

La gente te hunde la piel

mientras preparan algo rico

y le pones la mesa.

Decime Augusto

¿qué estás cocinando?

 

 

 

 

V

 

Me desplomo.

No como una destrucción

de mi conciencia

sino como la memoria perdida

de un recuerdo profundo

que preciso volver

a vivir.

 

 

 

 

 

 

***

 

 

 

Querido:​​ 

Que no haya nada​​ 

más que esta prostitución de los días​​ 

encima de todos esos cuerpos desconocidos.​​ 

Que no haya nada si así ha de ser​​ 

apenas una esquirla​​ 

con un poco de miseria y gracia.​​ 

 

Leonor:​​ 

No.​​ 

Que lo haya todo en un vacío​​ 

en su más auténtica conservación​​ 

¡Lo merezco, creo merecerlo!​​ 

por acariciar al ángel​​ 

que por puro espanto esta mañana, asesiné.

 

Si usted lo viera aún conserva sus alas.​​ 

Si se acercara y olvidara los harapos​​ 

que cubren su estómago desfollado​​ 

aún lo creería con vida.​​ 

 

Prometo darle sepultura

/no sin antes haber deseado/

abrir sus tejidos y escarbar en su pecho buscando mi corazón muerto.​​ 

 

Querido:​​ 

Reconózcalo​​ 

su ángel se ha suicidado​​ 

y el único crimen que ha cometido fue desenterrarlo.