Las catarsis vitales suelen ser una palanca de activación para la creatividad de los artistas. Las nuevas canciones de Florence + the Machine han nacido de un suceso trágico, esa cirugía a vida o muerte de la cantante tras las complicaciones de un embarazo ectópico que terminó en aborto. Una vez recuperada, comenzó a investigar el misticismo espiritual y el horror popular, entendiendo los límites de su cuerpo y cuestionando qué significa estar «curada», a pesar de las cricatrices físicas y morales que le acompañarán siempre.

De ahí nace este Everybody Scream, de ese grito mudo para el no nacido, y alarido para quien sobrevive; recordemos esa imagen con la que llegaron los primeros teasers del tema titular, donde veíamos a la cantante cavando furiosamente un hoyo en el suelo y lanzando un grito desgarrador. Poco después llegó esa «Everybody Scream» en la que la parafernalia coral del inicio del tema (y del disco) termina mutando en unos gritos que nos empujan a que bailemos, cantemos, nos movamos, saltemos y gritemos. Todos los ingredientes que engrandecieron a los de Florence Welch están de vuelta: esa mezcla de art-pop orquestal, percusiones ceremoniales y la poderosa voz de la británica, que vuelve a demostrar por qué su timbre es un instrumento dramático con el que sabe cómo modular la vulnerabilidad y el histrionismo sin caer en la exageración.

Pero la sacudida viene a continuación, en la creciente «One of the Greats» toda una reflexión sobre la supervivencia artística, que arrancando con «Salí de debajo de la tierra, con las uñas rotas y tosiendo tierra, escupiendo mis canciones para que pudierais cantarlas conmigo», que termina por dar paso a todas las temáticas que pivotan en el disco: la mortalidad, la feminidad, el misticismo y la fama. Se explora la dualidad entre la devoción artística y la autodestrucción; hay ironía mordaz en “Music by Men” y piezas como “Witch Dance”, “Sympathy Magic” o “Kraken” demuestran que su teatralidad sigue intacta, pero ahora al servicio de una narración más introspectiva, y también más poderosa.

Everybody Scream no solo confirma su influencia sobre toda una generación de nuevas artistas —de Ethel Cain a The Last Dinner Party—, sino que también nos la devuelve reconciliada con su propio legado. Brava.

Escucha Florence + the Machine – Everybody Scream

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