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    Entrevistamos a Fortunato Durutti Marinetti


    El italiano Daniel Colussi aka Fortunato Durutti Marinetti ha editado este año el fabuloso disco Bitter Sweet, Sweet Bitter (Quindi Records) en donde pone de manifiesto su habilidad como guitarrista y arreglista, y también su especial querencia por los sonidos pop-rock de texturas luminosas.

    Su música es una mezcla irresistible de soft rock yl pop sedoso, influencias de Bonnie “Prince” Billy o Bill Callahan con especial atención a las armonías.

    Charlamos con él no sólo sobre su último disco, sino también acerca de su proceso de producción, e influencias entre otros temas.


    «Las letras son importantes y terminan siendo el centro porque no tengo una voz entrenada, ni siquiera una voz especialmente natural o potente»

    Antes de nada, me gustaría que me hablaras de la portada del álbum. ¿Tiene algún significado especial?

    Brendan Flanagan hizo esa portada y Mark Bennet se encargó del diseño y la tipografía. Yo sabía que quería tener un perro de dos cabezas en la portada, pero no tenía nada más allá de eso. Sentía que un perro de dos cabezas hablaba del título del álbum y del concepto de dualidad en tensión; la idea de que la belleza y la monstruosidad inevitablemente comparten espacio. Brendan se lo tomó en serio y lo llevó mucho más allá de lo que yo podría haber imaginado, lo cual le agradezco muchísimo: perros de dos cabezas, humanoides-perro, monedas (que tienen dos caras)… Fue un proceso muy fluido porque Brendan es increíble.

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    Tengo curiosidad  de  dónde procede tu nombre artístico.

    Nunca quise hacer música con mi nombre real, así que mezclé nombres históricos para crear algo ridículo, sin sentido, absurdo, y además difícil de pronunciar y recordar, pero que tuviera un ritmo interesante. Fortunato Depero y F.T. Marinetti fueron artistas futuristas italianos (y protofascistas) en los años 20. Como seguramente sabes, Buenaventura Durruti fue un anarquista antifascista durante el régimen de Franco, e inspiró el nombre de la banda inglesa The Durutti Column. Es lamentable que haya elegido referenciar a dos pro-fascistas, sobre todo porque vivimos tiempos tan abiertamente fascistas, lo cual no es motivo de celebración. Espero que el tener «Durutti» en el medio me redima un poco.

    Tu música se apoya mucho en las letras. A veces tengo la sensación de que sean las notas de un flâneur. ¿Qué importancia tienen las letras para ti?

    Las letras son importantes y terminan siendo el centro porque no tengo una voz entrenada, ni siquiera una voz especialmente natural o potente. Mi registro vocal es extremadamente limitado. Creo que mi voz funciona mejor cuando básicamente estoy hablando de forma rítmica. Así que, para mí, tiene sentido enfocarme en el contenido de las letras más que en la forma de la interpretación, porque no puedo hacer líneas melifluas. Si pudiera improvisar vocalmente o hacer scat, probablemente las canciones serían muy distintas.

    Tus letras son muy descriptivas, muy expresionistas. ¿Cuáles son tus influencias poéticas?
    He estado tratando de aprender más sobre poesía durante los últimos diez años porque en realidad no sé bien qué es la poesía. Un poema puede ser cualquier cosa, básicamente, al igual que una canción, pero son cosas distintas. En la escuela me gustaba escribir ensayos, y cuando escribo canciones siento que estoy escribiendo una especie de ensayo poético, tratando de aplicar una estructura a algo que es esencialmente abierto. Todas las reglas de estructura y tesis se siguen aplicando. Pero sí creo que es importante entender que los poemas y las letras de rock no son lo mismo, y no hay que confundirse con eso. Sé que lo que yo hago no es poesía.

    Leí The Coming Insurrection del comité invisible hace algunos años y me encantó esa tensión entre el absurdo poético y la crítica política directa. A medida que pasa el tiempo y envejezco, siento más ganas de empujar los límites con un lenguaje extremo, severo, algo que ellos hacían muy bien. Muchos letristas de rock son demasiado serios, literales y conservadores. Yo no quiero hacer eso. Me inspiro mucho en teoría poética intensa. The Undercommons, de Fred Moten y Stefano Harney, es así. Puedes leerlo como teoría o como un texto poético, o ambas cosas.

    El único poema con el que me obsesioné durante la creación de este álbum fue Eleven Addresses To The Lord de John Berryman, que puedo leer una y otra vez y perderme en él. Asocio ese poema con la hoja de letras de A Rambling Prayer: esa mezcla de asombro, lealtad y ofrecerse a otro como una misión personal. También recuerdo haber hojeado cosas de Adrienne Rich, Alice Notley y Diane Di Prima mientras escribía el álbum.

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    Bitter Sweet, Sweet Bitter me parece tu disco más inspirado hasta la fecha. ¿Podrías contarnos un poco sobre su proceso de producción?
    Cada vez que termino un disco siento que es lo mejor que he hecho. Tal vez estoy delirando. El proceso fue básicamente el mismo que en los anteriores: escribí las canciones, las grabé como demos en casa, la banda las aprendió, ensayamos una o dos veces y las grabamos en vivo en una sala. Muy básico, muy a la vieja escuela.

    Creo que un rasgo definitorio de este disco es que todos los músicos son realmente buenos; todos elevaron las composiciones con su interpretación. Y creo (espero) que todos se sintieron cómodos para tocar libremente. Las líneas de bajo de Alex Fournier, los teclados de Chris, la guitarra de Luan, la batería de Stefan… Traté de generar un ambiente donde todos pudieran tocar como quisieran. Y un componente fundamental del sonido del disco son los arreglos de cuerdas de Brandon Gibson-Degroote. Le di rienda suelta para componer arreglos apilados en capas de violín, viola y chelo, que yo jamás podría haber escrito. Quería hacer un disco maximalista, y Brandon se sumó totalmente. Grabó todos esos arreglos en un solo día, durísimo.

    Me gusta trabajar rápido y este disco se grabó rápido. Todo está hecho en primeras o segundas tomas, a veces terceras. Louie Short, el ingeniero, tiene una actitud perfecta, imperturbable. Y Jay Arner, que lo mezcló, ya es el tercer o cuarto disco que hacemos juntos. Trabajamos muy bien, sin dramas.

    No sé si sigues viviendo en Canadá, pero ¿cómo te adaptaste a la escena musical canadiense? ¿Qué relación tienes con Sandro Perri?
    Tengo 43 años y toco en bandas desde los 15, en diferentes ciudades de Canadá. Me gusta ser músico en Toronto, donde vivo ahora, porque hay músicos increíbles y estudios pequeños por todas partes. Quizás es porque soy más viejo y me rodeo de gente más tranquila, pero siento que los músicos en Toronto son bastante relajados y se trabaja relajado con ellos. No he sentido demasiadas rivalidades.

    Mucha gente me ha ayudado simplemente compartiendo conocimiento: poniéndome en contacto con otros músicos, estudios, salas… Eso hace la diferencia. Trato de hacer lo mismo. En cuanto a las “escenas”, no pienso mucho en eso. Hay muchas microescenas, y yo estoy como en los márgenes de varias. No soy una figura central que llena teatros.

    Trabajar con Sandro fue un sueño y una gran lección. Aprendí mucho y sentí que salí mejorado como músico. Él trabaja tanto en la zona de la canción como en lo abstracto y experimental, y yo me identifico con ambas. Sus conocimientos y filosofía musical fueron fundamentales para mí. Ahora somos amigos, y valoro mucho eso. Estoy orgulloso del disco que hicimos juntos, y quiero hacer otro con él. Me siento preparado.

    En este álbum conviven diferentes estilos musicales. ¿Eso surge de forma natural o lo planeas de antemano?

    Desde el inicio, la idea era tener a la banda tocando con grandes arreglos de cuerdas. Para mí, eso es lo que suena a lo largo del álbum: la banda FDM haciendo lo suyo con canciones jazzy y funky, rodeadas de cuerdas envolventes. “A Perfect Pair” terminó sonando bastante pop, lo cual me hizo dudar un poco. Pero lo demás es solo la banda siendo una jauría de perros salvajes mordiendo lo que les lanzo. En mi cabeza, el mundo compositivo de FDM está bastante delimitado. Hay pocas cosas que puedo hacer y un millón que no. Con cada álbum trato de descubrir lo que ya está ahí, latente. Me gusta la música que funciona así. Tindersticks es una de mis bandas favoritas, y son maestros en evolucionar con pequeños cambios, de forma muy elegante e inteligente. Aspiro a eso.

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