EPIFANÍA

 

Si no hay nada que pueda detener​​ 

tu desvanecimiento,​​ 

tu irremediablemente​​ 

pobre, insignificante humanidad,​​ 

¿qué diferencia existe entre morir​​ 

ayer, hoy o mañana,​​ 

qué diferencia aparte de esa angustia​​ 

y ese miedo perenne y animal?​​ 

Detente, Eloy, y piénsalo un segundo:​​ 

¿qué puede haber distinto?​​ 

Con un escalofrío,

perplejo, lo entendiste​​ 

después de cinco décadas y media.​​ 

Estaba ahí, enfrente de tus ojos,​​ 

la explicación, la esencia de la vida:​​ 

tu muerte ya pasó.

 

 

 

 

 

 

KIEŚLOWSKI

 

Era muy joven cuando vi a Kieślowski.​​ 

Nunca pude olvidarme de esa escena,​​ 

una sola del Sexto Mandamiento:​​ 

cuando el chico eyacula y la mujer​​ 

le pregunta si, acaso, ya entendió​​ 

lo que el amor, a fin de cuentas, era.​​ 

Esa pregunta me hice y reescribí​​ 

en un breve poema años más tarde:​​ 

“En mi calle (ayer) vi​​ 

dos perros encimados.​​ 

¿Su semen es amor?”​​ 

Y la respuesta fue (confieso ahora)​​ 

la misma que ella ofrece a Tómek cuando,​​ 

al entrever sus piernas, eyacula,​​ 

humillado, en sus propios pantalones.​​ 

Hoy, treinta años más tarde,​​ 

he vuelto a ver el Sexto Mandamiento​​ 

de Kieślowski, y apenas comprendí​​ 

qué es el amor y Tómek lo elucida​​ 

cuando despavorido huye de ella,​​ 

vuelve a su apartamento, se dirige​​ 

hasta el baño y se encierra decidido​​ 

a cortarse las venas pues amor​​ 

no puede simplemente ser aquello.

 

 

 

 

 

 

POEMITA DE AMOR CORTÉS

 

Ayer,​​ 

antier y todos estos días​​ 

he besado tus pechos​​ 

que otros han besado,​​ 

y he besado y mordido​​ 

tus labios y tus piernas y tu espalda​​ 

y tu vulva que muchos han lamido​​ 

y todo lo que hago​​ 

y todo lo que hiciste​​ 

irremediablemente​​ 

lo amo como un perro ama a su amo.