Diego Román Konrad ha publicado “Del Triángulo a la Noche” (2010), “Poemas Uránicos” (2015-2019), “We Humans: An international Anthology and of Poetry” (2018), “El Rezo que Anochece” (2025). Director Académico y Cultural Feria Popayán Ciudad Libro (2021-2022). Director del Club de Lectura Matilde Espinosa, Club de Cine Alejandra Borrero y Director Club de Lectura RIZOMA. Director del Concurso Departamental de Poesía Matilde Espinosa. Reconocimiento especial por el Honorable Concejo Municipal de la ciudad de Popayán 2019. Reconocimiento por Gestión Cultural y Académica en el marco del Día Internacional del Libro y las Artes 2023 por la Secretaría de Cultura y Turismo de Popayán.
Estratagema
Ulises no retorna.
No porque Ítaca no exista,
sino porque ha sido disuelta
en la sal de sus ojos.
El mar le fue destejiendo
uno a uno los nombres,
hasta que su sombra
ya no respondía al eco de Penélope.
Ahora duerme de pie
como un mástil sin barco,
y su alma es una ola
que no sabe dónde rompe.
Ha olvidado el idioma del hogar.
La nostalgia le roe por dentro
como un coral que crece hacia la sangre,
y cada puerto es un espejo
donde no se reconoce.
No regresa.
Porque regresar sería romper el hilo
que lo ata al abismo,
como si el mar fuera
una extensión de su Ser.
Perdona, silencio,
por no haberte esperado.
Orfeo
no cantó para vencer la muerte.
Cantó para tocarla.
Descendió
como si el lenguaje pudiera abrir grietas
donde la nada no fuera taciturna,
sino apenas otra voz sin garganta.
Y cuando ella —Eurídice—
volvió a ser sombra en la música,
no fue castigo.
Fue el eco de una nota que nunca nació.
Perdona, Silencio,
por no haberte esperado.
Por cubrirte con acordes
como si fueras un error en la partitura.
Tú no faltaste.
Fuiste lo invisible de la lira.
Lo que Orfeo no tocó,
pero sostuvo en cada cuerda.
Si cantó,
fue para darte un cuerpo.
Y si perdió,
fue por no saber que perder
era también oír.
Sísifo
Abre los ojos…
Y al subir, no sube la piedra,
sino el instante que lo mira.
Cierra los ojos…
Y al caer, no cae la piedra,
sino la forma pura del regreso.
El sentido de la vida
no es llegar arriba,
es no dejar de empujar
lo que no puede moverse.
Sísifo
fue elegido
para enseñarnos
que también la roca
tiene alma,
si alguien la sostiene.
Silencio
                                                         A Rilke
No vino del mundo
 sino de un pliegue secreto en el Ser Interno,
 tú hablaste como quien escucha
 la caída de un ángel sin nombre
 en el centro de una meditación.
Tu música no se oye,
 se respira
 como una transparencia que pesa,
 como un abismo que canta.
Tocaste lo invisible
 con palabras que no querían decir
 pero sí Ser,
 y en cada verso
 una puerta se abría
 a un dios sin templo,
 a un fuego sin llama.
Nos dejaste la tarea
 de aprender a estar solos
 sin estar vacíos,
 de orar sin palabras
 hasta que la vida responda
 desde su altura invertida.
Oveun Onimac
Rezar
 y caminar,
 como si los pasos fueran grietas
 en la piel del mundo.
No hallar hogar,
 sino puertas que se cierran
 antes de ser tocadas.
Los muros retroceden,
 las ciudades se desvanecen
 como un nombre mal pronunciado.
Y entonces,
 sin buscarlo,
 el que camina
 se vuelve el trazo de su paso:
 no un hombre,
 no un rumbo,
 sino el intervalo entre ambos.
Ya no hay camino.
 Sólo el que camina.
 Y eso basta
 para que todo exista
 de nuevo.
Seremos lluvia
El agua solitaria cae
 como si alguien intentara recordar
 lo que ya no tiene nombre.
Gota a gota,
 el mundo se deshace
 en una memoria
 que no sabe a quién pertenece.
A veces creo que la lluvia
 es el olvido desnudando su forma final:
 ni sombra,
 ni cuerpo,
 ni fecha.
Hay rostros que sólo viven
 en el agua que no cesa.
 Y sin embargo,
 ninguno sobrevive al charco.
Quizás no somos más que eso:
 una lluvia que alguien quiso retener
 y no pudo.
Orfeo sin eco
No es necesario mirar atrás..
y vuelves a descender,
no por el eco de Eurídice,
sino por una nota
que se le ha extraviado del Alma.
¡Jiwa, Jiwa, Jiwa!
Los muertos no lo escuchan.
Sólo el silencio afina su lira.
Entonces comprende:
no perdió el amor,
sino el lugar
donde el amor podía sonar.
Y se queda allí,
de espaldas a la música,
afinando el vacío
como si fuera una cuerda más.
 
							 
						 
							 
							 
							