Nos sentamos a platicar con integrantes de Panteón Rococó —una banda que no necesita presentación— sobre el ska, su historia, su activismo, y la música como resistencia.
La entrevista además fue días después de uno de sus momentos más delicados de los últimos años, días después del infarto que sufrió Dr Shenka en Querétaro, el cual obligó a cancelar de último momento su presentación en el Teatro del Pueblo de San Juan del Río. Había ciertos rumores de que la entrevista se cancelaría pero, al final, Leonel, Gorri, Misael, Paco Barajas, aceptaron seguir con la promoción de Sonoro, el álbum con el que regresan con material nuevo tras seis años de ausencia.
Izq a derecha: Leonel, Gorri, (el de la Revista Kuadro), Misael, Paco Barajas.
Si bien, han pasado seis años desde que sacaron Infiernos, creo que nunca se sintió realmente una ausencia del grupo. Empecemos por su disco, Sonoro, lanzado para celebrar sus 30 años de trayectoria.
Este es nuestro… (cuenta) décimo disco, y fusiona el ska clásico con elementos de hip hop, reggae, drum & bass y blues. Estamos experimentando con muchos ritmos, Panteón Rococó nunca ha tenido miedo a experimentar las fusiones. Quisimos llevar nuestro repertorio por otros caminos, aunque, si revisan nuestros discos, siempre nos ha gustado mezclar el ska con diferentes géneros. Pero también es un poco regresar a nuestras raíces.
¿Y cómo fue colaborar con Carín León en «Parison»?
Si todos quieren trabajar con Carin León es porque es un genio. Es un gran músico que siempre tiene una idea sobre la mesa.
Y en esta canción además colaboran Sabino, Remmy Valenzuela, LNG/SHT.
Sí. Fue una colaboración muy divertidad. Quisimos hacer una “fiesta sonora”, un puente entre estilos, generaciones y tradiciones.
Sonoro fue grabado entre estudios en Los Ángeles (Studio 2 de East West) y Morelos (Estudio Soga), con producción de KC Porter y Prince Fatty (Mike Pelanconi).
Hablando de ska, ahorita siento que hace falta un poco de esos ritmos y esa resistencia en el mundo, ¿no? Con todo lo que pasa.
Sí, con todo lo que está pasando… pero mira, hay épocas en la vida, desde los 50s para acá, donde el ska ha estado en el mainstream, en la media, en los radios, en películas… Lo importante es que nunca se va. Aquí en México hubo muchos años en que casi nadie sabía del ska, y aún así ahí estaba. En Estados Unidos en los 90 fue fuertísimo, en los 70 en Inglaterra, y nosotros en el 2000, que fuimos a Alemania, nos dimos cuenta que el ska era mundial. Y esto era pues un reflejo también de la situación de lo que pasa, porque el ska siempre se ha caracterizado por levantar la voz, por decir las cosas.
Si es como un movimiento internacional.
Es lo que descubrimos, que era una cosa mucho más grande de lo que imaginábamos. Y desde ahí vimos que hay bandas increíbles saliendo todo el tiempo, tanto en México como en todo el mundo. Los festivales están llenos: Skatex, Tlaxcala Ska Fest... 50,000 personas. Con la mitad de las bandas que nunca salen en la radio, son bandas de barrio, pero jalan un montón de gente. Y cuando las pones en el Vive Latino, hay slams, hay gente prendida como no pasa con otros géneros. Aunque no esté de moda, el ska siempre está ahí.
Además hay países donde ya encontraron su nicho, donde va de generación en generación. México es un gran ejemplo. A veces bandas que nosotros ya no ubicamos de los inicios siguen tocando, siguen moviendo gente. Y justo ahora salió un capítulo nuevo de Los Simpsons, donde el morro se pelea con el papá porque quiere tener su banda de ska. ¡El vato es trombonista! Y es como… ¡wow! Uno de los programas más emblemáticos de la cultura pop tiene ya un capítulo de ska. Eso te dice algo, ¿no? Empezamos hace 30 años y ahora sigue vigente. Hay países donde apenas va emergiendo, pero el género está vivo.
Es casi como un estilo de vida, ¿no?
Y como tal, está disperso por todo el mundo. En unos países más, en otros menos, pero ahí está. Y es cultura, está bien cimentado. Hay gente mezclándolo con otros géneros y sí, hay que rascarle tantito, pero el ska sigue presente.
Y el que ustedes hacen —al menos el que hacían en esa época en que yo los conocí— era un ska de protesta. Sí, había canciones de amor, pero también estaban rolas que hablaban de la clase obrera, de la situación económica,
Es que no hay que olvidar de dónde venimos. Panteón Rococó nace en el ’95. Un año antes había estallado la guerra en Chiapas. Somos esa generación que despertó con el zapatismo. Aprendimos mucho de ese movimiento, de cómo organizarnos. Hacíamos eventos en apoyo a los compañeros zapatistas. Aprendimos a volantear, a difundir la información que no salía en la tele. No había redes, no había internet como ahora. Y entonces la música era el medio para los mensajes.
La música como vehículo, totalmente
Sí, era nuestro medio de comunicación. Teníamos 18 años y hablábamos de lo que vivíamos: si nos peleábamos con la novia, ahí estaba «Cúrame», o «La dosis perfecta», que estaba por nacer. Pero también «Marcos Hall», «Asesinos», «No te detengas»… canciones que ya hablaban de nuestro entorno. Y aunque han pasado los años, siguen pasando cosas feas, raras… y seguimos hablando de eso. Nuestra lírica está permeada por todo eso. En ese entonces hubo una guerra, hubo hambre, hubo muertos. Hacíamos conciertos de ayuda porque había bloqueos, no se podía pasar víveres. La sociedad civil se organizaba. Y claro, lo hacíamos desde la ciudad, desde la trinchera, sin estar allá en la montaña, pero sí con solidaridad. Hoy, claro que siguen pasando cosas, pero a veces pareciera que falta ese despertar. Hay muchas desapariciones, hay violencia… y hay que volver a levantar la voz.
 
							 
						 
							 
							 
							