A pesar de que muchas personas nos hemos dedicado durante años a divulgar los beneficios del ajedrez, entre ellos que se trata de un símbolo de diálogo y una herramienta facilitadora tanto cultural como intergeneracional, en Afganistán las cosas no se ven del mismo modo.
El pasado domingo 11 de mayo de 2025, funcionarios del ministerio de derportes han comunicado que el ajedrez queda suspendido indefinidamente por “motivos religiosos” debido a que se considera un medio para apostar dinero. El criterio lo ha impuesto el Ministerio para la promoción del la virtud y la prevención del vicio.
Con esta decisión, el régimen talibán da un paso más en su campaña de fijar restricciones culturales y deportivas, apuntando esta vez a un juego que, irónicamente, tiene profundas raíces en el mundo islámico y en la propia historia de Asia Central.
La declaración no consiste simplemente en una afirmación de intenciones, y tampoco es nueva. Durante el primer régimen talibán a finales de los años 90 el ajedrez ya estuvo prohibido. Ahora, el Ministerio ha disuelto la Federación afgana de ajedrez y ha calificado el juego como “haram” —prohibido por la ley islámica según su interpretación—. Esto implica que ningún tipo de actividad relacionada con el ajedrez va a poder llevarse a cabo en el país: ni torneos, ni clases, ni simples partidas entre aficionados.
La Federación afgana ocupaba la posición 129 de todas las federaciones de ajedrez del mundo, con un elo medio que no superaba los 2000 puntos.
Esta decisión desconecta a toda una generación de jugadores del tablero. A pesar de las dificultades económicas y sociales, algunos jugadores estaban tratando de abrirse camino en modestos torneos nacionales. La decición, que no es un hecho aislado, ahonda en las restricciones culturales que se han ido imponiendo desde la vuelta del régmine talibán en el año 2021.
