Hay artistas que dan conciertos y hay otros que ofician rituales. Adanowsky, sin duda, pertenece a la segunda categoría. Quince años después de haber «matado» en el escenario a Amador —su alter ego más melodramático y querendón—, decide que es momento de una resurrección. Con la excusa de una gira de aniversario, Adán Jodorowsky nos abre la puerta de su casa (literalmente, en medio de la entrevista) y de su mente para una charla sin filtros. Platicamos sobre la vida, la muerte, los ciclos, sacar la homosexualidad (y los personajes) del clóset y por qué, a veces, para revivir algo, simplemente hay que llamarlo.
Revista Kuadro: Adán, un gusto. O debería decir Adanowsky. O Amador. ¿Con quién estoy hablando hoy?
Adanowsky: (Risas) Pues mira, los nombres son nombres. Yo soy el que ves ahí en la pantallita. Estaba leyendo un artículo que dice que lo que hace que existan las cosas es cuando las miras. Entonces, lo que estás viendo ahora es lo que haces existir. Aquí estoy, y eso es lo único que existe ahora.
Revista Kuadro: Pues aquí estoy viendo el regreso de Amador, un personaje que, según recordamos, habías matado en el escenario. ¿Una resurrección al tercer día?
Adanowsky: Sí, exactamente. No mencionaré dioses por ahí, pero se parece a cierta historia. (Risas). No, obviamente no me tomo por un dios, no soy Jesucristo, pero siempre hay un renacer. Son ciclos, como la astrología, como las olas. Todo es un espejo de la ola.
Revista Kuadro: ¿Y por qué traer de vuelta a Amador ahora? ¿Qué necesita este 2025 de su dramática forma de entender el amor y la locura?
Adanowsky: Más que lo que el mundo necesite, es lo que yo necesito dar. Este es un concierto totalmente generoso que hago para los fans y para quienes nunca me han visto. Me interesa solo dar. Si me aplauden, está bien, los acepto con gusto. Cuando Dios te da un chocolate, abre la boca. Pero realmente estoy aquí para entregar mi ser. Y Amador es una parte fundamental de ese ser, es la encarnación de una vulnerabilidad que todos llevamos dentro y que a veces escondemos. Quizás lo que este 2025 necesita es eso, un poco menos de pose y un poco más de corazón roto y honesto.
Revista Kuadro: Es que has matado a varios personajes. La pregunta era obligada: ¿dónde diablos estuvo metido Amador estos 15 años? ¿De parranda, en terapia o esperando a que el mundo estuviera lo suficientemente jodido para necesitarlo?
Adanowsky: Estaba en el cielo de los amantes dramáticos, tomándose un trago con los fantasmas de los corazones rotos. Estaba observando lo que pasaba, esperando su momento para regresar. No estaba muerto, estaba en un exilio poético. Lo extrañé, ¿sabes? Me extrañé a mí mismo en esa faceta. A veces hay que dejar descansar a los fantasmas para que cuando vuelvan, lo hagan con más fuerza.
Revista Kuadro: Es que ese disco es intensamente melodramático. Quince años después, ¿cantas esas canciones de desgarro desde el mismo lugar?
Adanowsky: Me conecto igual, o incluso más, que hace 15 años. La esencia de un ser humano no muere, solo se transforma. Amador siempre fui yo. Lo que cambia es la perspectiva. Antes cantaba esas canciones desde la herida abierta, desde el centro del huracán. Ahora las canto desde la cicatriz, con la sabiduría de quien sobrevivió a la tormenta. Ya no es solo mi dolor, ahora entiendo que es el dolor de muchos, y al cantarlas, es como si les diera voz a todos ellos.
Revista Kuadro: Si Amador fuera una película, ¿cuál sería?
Adanowsky: Sin duda, City Lights de Charlie Chaplin. Es una de mis películas favoritas. Tiene esa misma vibración: es una tragicomedia de un romántico empedernido en un mundo que no lo entiende. Hay una belleza inmensa en su tristeza, una poesía que no necesita palabras para romperte el corazón. Amador es un poco así, un vagabundo del amor.
Revista Kuadro: Viniendo de la familia Jodorowsky, la psicomagia es casi tu ADN. ¿Tuviste que hacer algún acto psicomágico para invocar a Amador?
Adanowsky: No, no lo hice. Simplemente lo llamé. Estoy muy conectado con los símbolos y con lo invisible. Y cuando quieres invocar una parte de ti que ha estado dormida, solo tienes que llamarla por su nombre, con intención. El universo escucha.
Revista Kuadro: Vimos en un TikTok que casi solo sacaste el traje y ahí estaba de nuevo. ¿Así de fácil es?
Adanowsky: Te voy a decir algo. Sí, «maté» a Amador, pero yo no creo en la muerte. En la filosofía Zen y en el budismo dicen que es una transformación. Amador no murió en realidad, se transformó. ¿En qué? En una chamarra, en un clóset. Y lo pude sacar. Así de simple es revivir algo: lo sacas del clóset. Como la homosexualidad se saca del clóset. Y la haces vivir.


Revista Kuadro: Has jugado con muchos alter egos: El Ídolo, Ada, Amador. ¿Es una forma de liberación, de no ser esclavos de un solo personaje?
Adanowsky: Exactamente. Adán al revés es «nada», y por suerte soy lo contrario a la nada. (Risas). Pero sí, me cambio de nombres para liberarme. No quiero ser el esclavo de Amador, ni del Ídolo, ni de Ada. Son facetas, son trajes que me pongo para explorar diferentes partes de mí. De repente pueden regresar, está bien, pero la finalidad es la libertad.
Revista Kuadro: Después de revivir a Amador y pasearlo por todo México, ¿lo vuelves a guardar en el clóset o qué sigue para él?
Adanowsky: ¡Veremos! Quizás lo dejo suelto por el mundo un rato a que cause algunos estragos poéticos. Acabo de leer que pueden prolongar la vida a 200 años, así que espero poder revivirlo cada 15 años. Sería un ritual interesante, ¿no? Volver a visitar a tu yo más dramático cada cierto tiempo para no olvidar de qué estás hecho.
Revista Kuadro: Para cerrar, para el show del Metropólitan, ¿qué recomiendas para sobrevivir? ¿Pañuelos, mezcal o el número de un buen terapeuta?
Adanowsky: (Suena el timbre). ¡Siempre hay que abrir puertas en esta vida! Recomiendo no ir al terapeuta. Intentaré hacer una terapia colectiva. Vengan simplemente al show, va a ser un bálsamo para el corazón. (Abre la puerta). Perdón, es que tengo al ingeniero de sonido de Phoenix y de Mark Ronson en mi casa, vamos a grabar otro disco para el Grammy. Antes decía «es imposible», pero ahora ya tengo tres, fíjate.
