Lawrence es un romántico. Un tipo que quiso ser diferente a los demás, y que siempre tuvo claro que dejaría el legado más grande la música POP. Leyendo el extraordinario libro de Will Hodgkinson Superestrella de la calles; un año con Lawrence (Contra) no hay por menos que quererle.
Como dejó una vez escrito César Estabiel una vez que lo vio en concierto por el 2010, era como una “Baby Jane pero sin amenaza de histeria”, un ser que deambula por las calles como un flâneur observando los sitios y la gente con sus ropajes de leyenda; de esas personas que te miran fijamente y no sabes si realmente te están fiscalizando o suplican tu carino; un compositor que compone canciones de amor, de vivir con diez libras, o hasta de presentarse a concursos de televisión y del genocidio en Uganda. Lawrence es un verso suelto, alguien que no ha tenido suerte, y eso suele pasar cuando tienes mucho talento y quieres ser una rock star pero no encajas en ese ecosistema, o no te dejan encajar porque abriría una grieta insondable.
Un hombre de altibajos anímicos que la música le ha servido como una de sus mejores terapias. En 2005, y sumido en uno de esas bajonas, grabó bajo su heterónimo de Go-Kart Mozart el álbum Tearing Up The Album Chart (título sarcástico marca Lawrence) en donde registraba unas canciones excelentes, pero cuyas tomas flaqueaban debido a un sonido un tanto defectuoso ya que parecían meras maquetas sin retoques en el estudio. Con este Tower Block In A Jam Jar (Cherry Red, 2025) recopila todas aquellas canciones, pero esta vez de la mano del antiguo productor de Felt, John Rivers, las ha grabado en condiciones para que luzcan estupendas. Porque para quien esto escribe, estamos ante el mejor disco del de Birmingham en muchos años (quizás desde su etapa como Denim).
El sonido sigue balanceándose entre la baja fidelidad y el brillo de la lentejuela. Unas canciones estupendas con ramalazos a Gary Glitter (“A Lorra Laughs With Cilla”), armonías soleadas a lo The Beach Boys (“Summer Is Here”), guiños al pop feriante de Ray Davies con graznidos de patos (“Fuzzy Duck”), AOR-gospel de todo a cien (“Glorious Chorus”), protopunk a lo Silicon Teens (“Transgressions”), o temas que seguramente gustarán a los hermanos Mael (“Listening To Marmalade”).
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