El duelo como resorte para contar una vida

Hay autores que llegan a tu biblioteca casi por casualidad y terminan haciéndose un hueco más que destacado en ella. Es el caso de Theodor Kallifatides, a quien llegué hace más de tres años cuando leí Timandra y al que, cinco libros después, sigo volviendo. Esta vez, Galaxia Gutenberg -que me sabe cuidar a sus lectores y lectoras- me ha enviado Una mujer a quien amar, recientemente publicado. Se trata de un libro en memoria de una amiga. Y aquí entra el segundo acierto porque en este blog somos muy de libros que tratan el duelo, especialmente hacia un padre -como el recientemente reseñado El jardinero y la muerte de Gospodínov, pero no únicamente. También hemos tratado el duelo por un hijo, como La luz difícil de Tomás González, o de una pareja como en La delicadeza de Foenkinos, o incluso de unos amigos como en Rewind de Xoan Tallón. Pero veamos cómo lo aborda Kallifatides.

Este libro tiene dos protagonistas, Olga y Theodor Kallifatides. Se conocieron muy jóvenes, Olga tenía diecinueve años y el autor unos pocos más. Su amistad duró más de tres décadas. Sobrevivió a amores y desamores, divorcios y pasiones, largas separaciones y trabajo duro. Un día Olga llama a su amigo porque quiere verle. Le dirá que padece una enfermedad incurable. Y ahí empieza un viaje hacia el pasado para rememorar la presencia de Olga en la vida de Kallifatides. Pero, en el fondo es una mirada de Kallifatides a su propia vida, en ocasiones mediada por Olga, pero en la mayor parte del libro centrado en sí mismo, en su historia familiar y en sus vivencias. Creo que aquí Kallifatides -y esta es mi mayor crítica al libro- peca de la vanidad del escritor. Quería escribir una lápida en memoria de su amiga y acabó mirándose el ombligo. Y, al mismo tiempo, qué suerte tiene Kallifatides de ser escritor para poder expresar y mediar un dolor a través de las palabras.

A mi modo de ver el libro peca de transitar algunos lugares comunes del duelo, pero que -dada la trayectoria que llevo sobre el género- parecen inevitables. Las dudas sobre si Olga supo lo importante que fue en su vida (“¿Llegó a entender lo mucho que la apreciaba? ¿Llegué a decírselo con la suficiente claridad? Es probable que no. Uno no se esfuerza con sus amigos igual que con sus amantes. Aunque, de hecho, debería esforzarse aún más”), la consciencia de que la muerte nos rodea y cada vez está más presente (“Empezaban a ser muchas las personas de mi entorno a las que no volvería a ver. ¿Me había olvidado de ellos? No, en absoluto, pero se había mitigado el dolor, había dejado de ser un golpe en la cabeza para convertirse en una almohada donde reposarla”) o la convivencia con la ausencia (“Me habría encantado hablarlo con ella. Pero se llevó consigo todas las respuestas”) son algunas de ellas. Aun así, he conseguido disfrutar de la escritura de Kallifatides, de su capacidad para generar imágenes que proyecten emociones y de la sensibilidad con la que trata a sus personajes. Incluso me llevo dos frases que espero no olvidar que son suyas porque las pienso utilizar a menudo. La primera es una cita sobre la libertad que me parece de una madurez y una generosidad infinita, nunca había pensado la libertad de esta manera: “La verdadera libertad no es, según cree la gente, vivir como queremos, sino no impedir a otros que vivan como ellos quieren”. Y la segunda es sobre la forma de vivir y de morir, quizás aún no esté en ese momento vital, pero ahora me viene bien la levedad de esta forma de entender la vida: “el sentido de la vida no hace falta para vivir. Hace falta para poder morir”.

Es un libro para disfrutar, para llorar, para sonreír, para aprender de las experiencias de otros, pero también para reconocernos en esas vivencias ajenas. En cierta manera es un libro espejo, nos refleja a nosotros mismos y nos invita a reflexionarnos a nosotros mismos y a intentar extraer algún aprendizaje que incorporar en nuestras mochilas vitales. Para eso también está la literatura y Kallifatides empieza a ser un descanso recurrente en el camino.

¡Nos vemos en la próxima reseña!