Lagartija Nick han celebrado sus 35 años de carrera con una gira especial que ha terminando en el primer directo de su carrera, Eternamente en vivo, que acompañarán de nuevas fechas en directo que puedes consultar al final del texto.

El trío original formado por Antonio Arias, Eric Jiménez y Juan Codorníu acompañados del teclista J.J Machuca, han recorrido buena parte del país para repasar prácticamente todos sus discos y todas sus idas y venidas; sus grandes aciertos y, también, sus inspiradores fracasos.

Tres décadas y media que han pasado del post-punk de Hipnosis (1991) e Inercia (1992), al flamenco de OMEGA (1996) con la compañía de Enrique Morente. De la búsqueda de nuevos prismas en el contundente Val del Omar (1997) al accesible El Shock de Leia (2007), sin dejar de mutar hasta encontrar la madurez en hitos como Crimen, sabotaje y creación (2017) o el reciente El Perro Andaluz (2023) en el que recuperaban el poemario inédito del cineasta Luis Buñuel para convertirlo en canciones.


Aprovechando este aniversario, charlamos con Antonio Arias para conocer la actualidad del grupo granadino, apuntar a sus próximos planes y recordar cómo han sido estos conciertos de conmemoración.

«Estas giras nos sirven para remirarnos y remover un poco los cajones de nuestra propia memoria»

¿Cómo han sido esas noches de celebración y de ajuste de cuentas con la memoria?

Bueno, tiene varias lecturas. Por un lado, está muy bien el vernos en ese repertorio hoy día más allá de los clásicos como “Nuevo Harlem” y todo esto. Probar otras canciones, incluso en las que no habían estado Juan ni Eric, y ver cómo funcionaban en nuestras manos después de la gira de Buñuel.

Y por otro, reconocernos en ese repertorio, aportar un poco, recuperar temas de casi todos los discos. El “ahí yo no estaba”, “Esa sí, esa no”… Eso ha sido algo muy gozoso porque veníamos de discos conceptuales, proyectos muy pensados para el directo como fue El Perro Andaluz (2022) o Los Cielos Cabizbajos (2019), y esto como que te desata un poco por ahí.

También es algo que nos ayuda a recuperar, a hacer memorabilia, porque hemos ido volcando vídeos. Estas giras nos sirven para remirarnos y remover un poco los cajones de nuestra propia memoria. Y luego también el hecho de que cuando vimos la película Generación Lagartija, vimos lo bien que sonábamos en cine. Eso también nos iluminó en el sentido de poder hacer por fin un disco en directo.

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La gira que podía haber sido una celebración de los grandes éxitos ha sido una experiencia a toda velocidad, muy instantánea, como muy áspera.

Sí, por ejemplo, nunca pensé que íbamos a estar tanto tiempo haciendo ese repertorio de gira aniversario. Pero claro, la respuesta también por parte del público ha sido tremenda. A veces me daban miedo a mí, esa reacción tan vehemente ante el grupo, ante las canciones, ese reconocimiento… no sé exactamente a qué te refieres con áspera.

Llevo muchos años viéndoos en directo y nunca os había visto tocar con esa urgencia. Quizá estamos acostumbrados a unos conciertos más variados, donde hay un poco subibajas, pero sobre todo el primer tramo del concierto es como una apisonadora.

Sí creo que todavía representamos bien esa urgencia de la primera época. Si por mí fuese, todas las canciones estarían en cadena, pero hay que atar un poco porque todos estos años también nos han dado una perspectiva emocional de los conciertos. Tienen esa tensión, tiene esa expresión, pero también tienen un contenido emocional porque también vamos a tocar un repertorio que para nosotros es muy sensible.

Por ejemplo, la gente no creo que lo sepa, pero “Niña Ahogada en el Pozo”, que es la que hacemos de Omega en algunos conciertos, sí que es áspera y urgente, aunque siempre está en mi memoria mi hermano Jesús cuando vino con la idea de incorporar el poema ese a una especie de versión de “Helter Skelter”.

Esto tiene esa parte de reconocimiento exterior, pero también a nosotros nos da la oportunidad de reconciliarnos con nosotros mismos. Es una reconciliación constante, se puede decir, pero también, como tú destacas, no es que nos cueste trabajo, es una intensidad que nosotros también conocemos, la notamos y la dosificamos.

Decía en la reseña que hice del concierto de Madrid, que era “un viaje de autoafirmación y de invocación a esos espíritus que os acompañan, protegen y refuerzan. Desde tu hermano Jesús a Enrique, Joe Strummer, Lorca, Buñuel o Valdelomar”.

Yo estoy convencido de que ese camino que empezó mi hermano de crear una iconografía propia a partir prácticamente de los 80, sin negar cualquier generación ni década anterior. Llamar la atención y darla a conocer, hacer a todo el mundo partícipe y crear otro mundo. Cuando hablamos de Joe Strummer hablamos de las aventuras con mi hermano, esa que hemos contado mucho cuando se va con Joe a intentar encontrar el cuerpo de Lorca. Eso ya crea una iconografía, se hizo incluso una obra de teatro sobre esa aventura.

Entonces, el aportar, por supuesto, con Enrique, con el flamenco de Granada, con Valdelomar, haciendo granadino a Buñuel, a Dalí y a quien haga falta… derramar Granada por el mundo, derramar una iconografía propia creo que ha sido nuestro mayor acierto dentro de nuestras propias equivocaciones en el tránsito.

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Sin duda, es vuestro principal valor.

Siempre ha habido esa intensidad, como Cien años de Soledad, crear una historia mágica de tu propia ciudad, que la mitad es verdad o la mitad es mentira o da igual, pero que aporta al mundo. Eso tiene un trayecto mucho más lento, de hecho, los ideólogos de todo esto ya han caído como mi hermano o el maestro Morente, pero ahí seguimos reivindicando ese universo propio.

Como tu cabeza no para… ¿esta urgencia de los conciertos, esta energía podría filtrarse en un futuro disco? ¿Estás ya pergeñando algo de cara al futuro?

Hombre, no tenemos ningún motivo para no hacerlo por lo que estamos comentando. El grupo suena, tenemos una gran relación personal, también propia de las vivencias y de la edad, pero creo que ahora mismo sería como parar, pensar y componer, y como con Buñuel, tirarse un par de años sacando, viendo, haciendo, deshaciendo… para sobre todo encontrar el motor que nos mantiene unidos y que hace que tengamos las cosas.

Pero así como de, “se me ha ocurrido”, no, porque yo ya llevo un año con el proyecto este sobre la música gnawa, que creo que es la idea que tengo de transformarme también. Sacudirme muchísimo de la influencia sajona y americana, y entrar en la búsqueda de esa esencia, reformarme y componer de otra manera.

Omega ya tuvo mucho que ver en eso, en no conformarse y componer canciones de otra forma, creo que eso también podía ser un camino hacia el blues, también por las connotaciones de la propia música gnawa, los esclavos y América, también podía ser, pero eso ahora tiene que formarse el proyecto. El proyectil que nos impulsa.

«Derramar una iconografía propia creo que ha sido nuestro mayor acierto dentro de nuestras propias equivocaciones en el tránsito»

Bueno, hablas de la banda, que estáis bien engrasados, Juan, Eric y tú que arrancasteis el proyecto, ¿qué ha aportado JJ a los temas antiguos donde originalmente no había teclados, pero él los mete? Es un refuerzo interesante.

Sí, ha dado en el punto exacto, porque todo lo que tenga que ver con los discos posteriores, con más arreglos y todo eso, pues JJ ha encontrado muy fácil el camino, aparte de los que ha creado él. Pero en esos primeros sí que es verdad que ahí sí hemos tenido cierto, no problema, pero sí cierta confusión a la hora de cómo lo abordamos, si como un instrumento solista o apoyo como otra guitarra, ahí nos hemos estado debatiendo.

Luego le preguntaré exactamente en cuáles mantiene esa idea de segunda guitarra, pero por ejemplo en “La Curva de las cosas”, eso es lo que era de guitarra, pasa a teclado, y adquiere otra sonoridad, ahí también creo que en los conciertos hay una nueva escucha. Empezamos como trío Eric, Juan y yo, y eso lo sabemos hacer, pero con JJ podemos abordar otros mundos de manera inmediata y reforzar lo antiguo y que no sea una repetición mimética de lo que hacíamos.