The Offspring llegaban a Europa con su gira Supercharged con una primera parada en Madrid que tenía que servir para calibrar de qué iba a ir la vuelta de los californianos a España. Para calentar el ambiente de Vistalegre, se sirvieron de los quebequenses Simple Plan, una de las tantas referencias de ese punk edulcorado que, curiosamente, surgieron a espuertas en la Canadá de finales de los 90 para poner la puntilla a la escasa rebeldía que quedaba ya en el movimiento.

No obstante, los de Montreal cumplieron con un público deseoso de llegar en forma a ver a los angelinos y que disfrutaron de una buena representación de su repertorio. Más que teloneros, Simple Plan se asentaron como algo más, quizá enlazando con ese nostálgico cambio de siglo, pero también con un buen estado de forma. “I’d Do Anything” encadenó con “Shut Up”, temas que darían forma a un recital que pasará por cinco de sus álbumes y que no olvidaría himnos como “Welcome to My Life” y, sobre todo, ese cierre compuesto por “I’m Just a Kid” y “Perfect”.

The Offspring han tenido un historial irregular en su paso por nuestro país, pero la noche que iban a tener por delante planteó una mejora indiscutible y un punto de madurez siempre bienvenido. Por delante, hora y media de auténticos cortes generacionales y de fiesta mancomunada en otro recorrido casi retrospectivo de la empresa de los californianos.


Empezando por la descarga de “Come Out and Play” y la celeridad de “All I Want”, la premisa quedó clara desde el inicio. A pesar de que se pueda valorar desde muchos ángulos su progresión discográfica, la inclusión de temas de prácticamente todos sus registros era necesaria. Hubo cambios de ritmo, momentos de comunión y una sensación de camaradería sobre el escenario que facilitaría todo.

Dexter Holland y Noodles llevan juntos toda la vida, en las duras y en las maduras, y se nota. De su última entrega, sonaron “Looking Out for #1” y “Make It Allright”, temas que enmarcaron otros clásicos entre los que “Staring at the Sun” y “Genocide” despuntaron por su significado. También pasearon ese “Original Prankster” festivo, antes de adentrarse en los homenajes.

Aunar “Sweet Leaf” y “Paranoid” de Black Sabbath cobró sentido de tributo al recientemente desaparecido Ozzy Osbourne, del que también sonó “Crazy Train”. Por otro lado, el “I Wanna Be Sedated” de Ramones rascaba en lo más evidente de sus influencias para pasar un buen rato de nostalgia y recuerdos.

Si Noodles disfrutaba y se dejaba hacer notar en algunos solos, hay que resaltar también el trabajo de Todd Morse al bajo, impecable desde que se hiciera con el reemplazo de Greg K, y de Brandon Pertzborn a la batería, haciendo de, sobre todo, Ron Welty. Reconocidos el primero en una soberbia interpretación de “Gotta Get Away” y el segundo en su solo, ambos cuajaron una noche brillante en lo técnico, como el resto.

Las muestras de camaradería de Noodles y Holland indicaban su contento de cómo iba la ya noche madrileña antes de que se produjera uno de los momentos más sensiblones de la noche. Nubes celestiales flanquearon un piano blanco al que se rindió el vocalista, tocando la patata con una versión de “Gone Away” a la luz de miles de móviles. A coro y por momentos la sección de cuerda dando apoyo, el ritmo cambió frenéticamente con “Why Don’t You Get a Job?” y la inundación de balones de playa a un público rendido.

“Pretty Fly (for a White Guy)” arrancó también diversión, risas e, incluso, a algún personaje disfrazado de extra de aquel videoclip que remarcó en su día que se habían cortado el pelo. Total, ¿qué más da? De disfrutar y divertirse era de lo que iba esta vaina.

“The Kids Aren’t Alright” cerró el grueso, pero todo el mundo sabía que no iba a acabar ahí. Pasaría por el primer bis “You’re Gonna Go Far, Kid”, pero el momento de “Self Esteem” fue, es y seguirá siendo insuperable en España. Ellos lo saben, el público lo sabe y cualquiera que estuviese tan vivo como ellos o esa maraña de entregados que ayer lo dieron todo a voces o en círculo, lo saben.

Fotos The Offspring: Álvaro de Benito