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    Elie Ramanankavana (Madagascar) – Circulo de Poesía

     

     

    Elie Ramanankavana (Antananarivo, 1995).​​ Además de​​ poeta​​ es​​ escritor, crítico de arte y periodista cultural. Ha publicado​​ Encre et lumière​​ (2024) y​​ Mille naissances pour quelques morts​​ (2024), dos colecciones de poesía donde se entrelazan la violencia, la intimidad y un lenguaje crudo. Su escritura rompe los silencios, cuestiona los orígenes y huye de lo ornamental.​​ Como periodista cultural, Ramanankavana se ha dedicado a difundir el arte y la literatura, lo que complementa su labor como escritor. Su trabajo refleja un compromiso con la expresión sincera y la exploración de las complejidades de la existencia humana.

     

     

     

     

     

    Hacerse hombre.

     

    Hacerse hombre​​ 

    es tragar​​ 

    tragar la muerte​​ 

    tragar las migajas de vidrio de un corazón roto​​ 

    es romperse los dientes​​ 

    masticando los guijarros de la traición​​ 

    es ser reducido

    ser aniquilado

    convertirse en cenizas

    y darse cuenta​​ 

    de que la llama se extingue

    el cuerpo está ahí​​ 

    caliente

    palpitando de no se sabe qué

    que late en las venas​​ 

    más allá de las ruinas.

    Hacerse hombre

    ​​ es mantenerse de pie

    con las rodillas destrozadas​​ 

    sin que nadie sepa cómo​​ 

    ni por qué.​​ 

    Hacerse hombre

    es tomar la infinita extensión de la nada​​ 

    ponerla en algún lugar dentro de uno mismo​​ 

    intentando la vanidad​​ 

    de hacerse presente​​ 

    donde el ser ya no es más que un eco.

    Hacerse hombre​​ 

    es una marcha sepulcral

    es una danza nocturna​​ 

    que llama a la vida​​ 

    invoca un alba frágil​​ 

    burlándose con una media sonrisa

    de la extinción de los astros.

    Hacerse hombre​​ 

    es la simplicidad de una mirada​​ 

    es la complejidad de un beso​​ 

    es la naturalidad de una mano tendida​​ 

    es la plasticidad brutal de las bofetadas.

    Hacerse hombre​​ 

    es liminal es difuso​​ 

    es poderoso es frágil​​ 

    se arrastra, corre, se sacude​​ 

    hasta que las arrugas se amontonan​​ 

    en la palma de la mano de un niño.

     

     

     

     

     

     

     

    Aprender

     

    Aprender

    a​​ abrir puertas

    con​​ las​​ llaves​​ equivocadas.

     

    Aprender

    a cometer errores

    diciendo la verdad.

     

    Aprender

    a​​ pensar​​ con acierto

    divagando.

     

    Aprender

    a​​ leer

    con los ojos cerrados.

     

    Aprender

    a​​ comer

    caricias​​ en la mano.

     

    Aprender

    a​​ escuchar

    estando​​ ciego.

     

    Aprender

    a​​ encontrar el camino

    perdiéndose​​ siempre.

     

    Aprender

    la sabiduría

    de la boca de los tontos.

     

    Aprender

    a ignorar lo conocido

    sin sacarse el ojo.

     

    Aprender

    a​​ ver las estrellas de día

    bajando la cabeza​​ por la​​ noche.

     

    Aprender

    a​​ caminar

    sin​​ dejar de bailar.

     

    Aprender

    a desnudarse

    sin desvestirse.

     

    Aprender

    a gozar

    demasiados​​ dolores.

     

    Aprender

    a​​ adelantarse

    eligiendo tus retrasos.

     

    Aprender

    a embellecerte

    rompiendo​​ los​​ espejos

     

    Aprender

    a no aprender

    para respirar mejor.

     

     

     

     

     

     

     

    El camino

     

    Es la tarde​​ 

    en los bordes marchitos de nuestras vidas​​ 

    que caminan sin​​ artificios

    lo tragado de nuestras lágrimas​​ 

    lo abortado de nuestros vientres​​ 

    las historias inacabadas.

     

    Es un​​ rosario​​ de vértebras​​ 

    contando las tumbas​​ 

    donde mil veces dejamos

    los destellos de nuestros ojos​​ 

    donde mil veces hemos hundido​​ 

    el ebrio barco

    de nuestros sueños bucaneros.

     

    Es​​ espeso​​ y pegajoso​​ 

    moja nuestros pasos

    nos hace resbalar

    a nosotros​​ 

    que de tanto destrozarnos

    conocemos el precipicio de nuestras caídas

    como el vacío de nuestros bolsillos.

     

    Nuestros ojos cosidos​​ 

    las rocas esquivadas

    caminamos por los guijarros​​ 

    arponeados por la memoria pedestre

    el miedo escupido

    para estrellarnos en otra parte​​ 

    en las orillas del frío​​ 

    mojadas

    de muerte estornudada.

     

    La lección está aprendida​​ 

    por los senderos del funeral​​ 

    la silueta demasiado conocida

    nos arrojamos enternecidos

    sobre el tronco abierto​​ 

    de los sarcófagos profanados.

     

     

     

     

     

     

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