La sensibilidad de la lengua o lo que no se puede decir: entrevista a Johana Rodríguez Sánchez poeta pereirana
Leer a Johana Rodríguez, poeta que publicó su ópera prima en 2024 bajo el título Huesos de fantasma, es acercarse a alguien que susurra, que le gusta sugerir sin levantar la voz, como si intuyera que su paso lerdo para pronunciar la palabra, fuera suficiente para decir lo que quiere y a la vez escapar.
Le gusta sonreír, pero también mostrar sus crespos: otra forma de decir sin que la descubran, porque cuando el viento ondea sus cabellos, esos mismos rulos cubren su rostro.
Así también es con las respuestas sobre su oficio. Dice que todo empezó en los tiempos pandémicos cuando se unió a una cofradía virtual. Ahí encontró la promesa de contar la música con los dedos y de tejer sus primeros versos.
Resume su experiencia diciendo “hice de todo”, como si eso le bastara para que el otro se imagine cómo encontró la forma de bordar su voz en un poema.
No le gusta entrar en detalles de su lucha interna de escribir poesía y a la vez no querer delatarse, pero esa parece ser su impronta.
Al principio el temor de compartir sus poemas la frenó para seguir escribiendo, pero algo por dentro la empujó a seguir haciéndolo, como si supiera en su interior que los gritos de su alma debían salir a cuenta gotas.
La reacción de sus poemas fue alimentando la necesidad de decir. Se levantaba con un solo objetivo. Así hizo su primer libro y fracasó en la publicación. Recuerda que le dieron una mención honorífica en un concurso pero no alcanzó su objetivo.
¿Cómo fue el proceso de construir Huesos de fantasmas?
—Antes de de Huesos de fantasmas… existió otro libro, Lo otro que soy. Lo envié a una convocatoria de la Gobernación, quedé segunda, pero nunca se publicó. Entonces quise retomarlo y mejorarlo. En 2023 empecé a escribir cosas nuevas, pero el tono era distinto, así nació el libro, que ya escribí completo y de una sola vez. Muy orgánico. Lo mandé a concurso, ganó en 2023 y se publicó este 2025.
El libro tiene dos partes: lo tangible y lo intangible. ¿Cómo se dio esa división?
—Fue natural. La primera parte es más íntima, más de búsqueda interior. Siempre he tenido esa necesidad de mirar hacia adentro. La segunda, aunque sigue siendo frágil, es también una celebración: a pesar de mis dificultades para expresarme, he encontrado caminos, palabras, amigos. Esa fragilidad me ha permitido encontrar puntos de encuentro con otros.
¿Cómo fue para ti nombrar esa fragilidad?
—Difícil. Es precisamente lo que me cuesta, y por eso lo intento nombrar. Me freno más en cuánto me expongo que en si caigo en cursilerías. No pienso tanto en la academia o en clichés, pienso en cuánto estoy dispuesta a dejar ver.
Tus poemas sugieren más de lo que dicen, como si jugaran con el lector…
—Sí, me gusta sugerir más que decir. Es una forma de protegerme, de esconderme un poco. La poesía me permite ser sutil, lavarme las manos si alguien me pregunta: “Es lo que usted entendió”. Es juguetona.
También se siente una influencia musical en tu escritura. ¿Qué papel tiene la música?
—Total. La poesía me llegó primero por la música. Escucho mucha canción de autor y eso me marcó. Mientras escribía Huesos de fantasmas… escuchaba dos álbumes sin parar: De todas las flores, de Natalia Lafourcade, y La Llorona, de Lhasa de Sela. Me inspiraron tanto que incluso la estructura del libro la pensé como si fuera un álbum.
En el libro aparecen voces de amigos, de mujeres cercanas.
—Al escribir no lo pensé tan claro, pero al releerlo me di cuenta. Es una búsqueda mía también: la de la amistad, la del compromiso con las mujeres, la de reunir voces que no solo son la mía.
¿Qué cosas sientes que se escaparon por la ventana que abriste con este libro?
—Todo el libro. Tenía miedo a la publicación porque sabía que me exponía. Algunos poemas como “Ataque de pánico” me llevaron a conversaciones con amigos y lectores sobre temas que antes no contaba. Se escaparon mis fragilidades, mis búsquedas, y ahora ya no son solo mías.
***
Esa
La insomne
la que da pasos brujos en la tierra
no sabe
que el espejo devuelve sus formas
que ese hilo de boca
esos tonos
esos pliegues de luz
son los suyos
no entiende
el reflejo de sombras
el peso que llevan
la tensión que carcome los ojos
el miedo que da tener miedo
Esa, la que ve en el armario
un corazón
escondido entre sábanas
y se asombra
y le duele
Esa, la que soy
la que no se parece a esta, la que escribe.